El episodio comienza
con Steven saliendo a toda prisa hacia el trabajo tras recibir unas fotos de su
ex Ted, y no sabemos si la prisa le viene precisamente por ellas, pero
recordando sus pintas tampoco nos extrañaría.
¡¡Aggh otra vez Ted!! ¡No me lo quito ni con agua caliente!
Mientras, el resto de la familia,
Blake, Krystle, Jeff y Fallon –que como ya sabemos no tienen que fichar- se
divierten jugando al tenis. Bueno, de hecho solo Blake y Fallon juegan al
tenis, porque al lado del papaíto y su niña Krystle y Jeff son meros pasmarotes
en la cancha. Tras el partido, Fallon le pregunta a Blake si ella y Jeff pueden
vivir en la “cabaña” –y por supuesto, seguir gorroneando comida, servicio y
todo lo demás. ¡¿Y que iban a decir Blake y Krystle?!
La generosa Krystle le
da el dia libre a todo el servicio para poder tener la mansión solo para ella…
y para Blake. Mientras saca su lado más marujil de mujer trabajadora preparando
una tortilla española en la cocina le confiesa a Blake que quiere involucrarse
más en su vida, en su familia y en su carrera. Blake acepta… pidiéndole que le
de un hijo, aunque decirle que se está haciendo mayor no creemos que sea la
mejor manera de que una mujer se doblegue a tus caprichos. (SPOILER: Si Blake
supiese que con el tiempo le saldrán hijos e hijas como si fuesen hongos, se le
quitarían las ganas de tener familia numerosa).
¡¡¡¿Me estás llamando vieja?!!! ¿Tu te has mirado al espejo?
A pesar de su falta de tacto,
Krystle está muy enamorada de su marido, porque olvida su lado más feminista y dejando
que se enfríe la tortilla española se ponen a la faena allí mismo, en la
cocina. ¡¡¡Si la cocinera supiera que
los señores se lo montan sobre la encimera!!!
Mientras, en casa de
los Blaidel, nos deleitan (sarcasmo) con la apasionante vida de la adolescente
Lindsay, cuyo mayor problema es que tiene que ensayar una obra de teatro con un
compañero del instituto. Pero como Lindsay es una típica adolescente de los 80,
no está dispuesta a perder las bragas a la primera de cambio, así que cuando el
ensayo pasa de las galletas y escuchar Supertramp a que el jovenzuelo le meta
mano, se pone histérica, tira una lámpara y Christopher, que así se llama el
compi, se va de allí diciéndole que está tan loca como su madre.
¡Quiero comer cookies y escuchar Supertraaaamp!
¡Yo no tengo cara de loca! ¿Te enteras?
Y no estaba
muy equivocado, porque lo primero que se le ocurre a la loquita es coger el coche de Claudia sin tener carnet de conducir para llegar hasta el pozo de su padre, donde Walter le aconseja que debería
hablar con su madre. Lindsay se resiste,
pero Claudia nota que algo va mal y consigue que le cuente todo para consolarla
y decirle que no acabará en un manicomio como ella (SPOILER: Acabará en medio de la jungla de Perú).
Eso demuestra que
Claudia se desenvuelve cada vez mejor como esposa y madre y empieza a pensar
que su vida familiar puede encarrilarse. El psicólogo debería decirle que es la
protagonista de un drama y tanta felicidad no puede durar mucho. Y lo que
podría volver a torcerla es precisamente el lío que tuvieron Matthew y Krystle,
algo de lo que se dio cuenta en aquella cena de gala. Que Claudia se sienta
bien junto a Steven, aunque sea gay, tampoco va a ser una ayuda. Como le dice a
Matthew, no le importa que Steven sea homosexual y demostrando que es una mujer
de su tiempo –no como Krystle, que cambia carrera por hijo sin pensarlo dos
veces- se muestra tolerante con eso y le admira por no ocultarlo. (SPOILER: Lástima
que la mayor parte de la serie Steven se pasara su orgullo por el forro y acabase siempre con una de sus "mujeres").
Por su parte, Michael –que
como veis es el que da título al episodio por sus habilidades- se mete en todo.
Primero intenta volver a seducir a Fallon y nos demuestra que para él el valor
de todo se reduce a “un millón de dólares”, pero ella se hace la esposa fiel y
le rechaza diciéndole que no quiere engañar a Jeff. Michael sospecha que algo
huele mal en ese matrimonio.
Aquí me huele algo mal... y no he pisado caca de perro
Aprovechando su “amistad” con la secretaria de Cecil Colby y el escaso
tiempo para almorzar de la empleada, la invita a una pizza y una copa de vino
en un motel barato y le sonsaca la verdad sobre el “feliz” matrimonio de
Fallon.
No está mal... Información confidencial por un
pedazo de pizza y una copa de Don Simon
A Michael le falta tiempo para contárselo a Blake y este se pone
furioso. Cara a cara con su hija, le dice que no necesitaba su ayuda, que ha
salido de problemas financieros peores que el actual y no necesitaba que se vendiese
para que Cecil le echase una mano. Krystle se siente incómoda con la
conversación e intenta escaquearse, pero Blake le dice que si como le dijo por
la mañana quiere formar parte de su familia debe sentarse y disfrutar del espectáculo.
Fallon no aguanta más la bronca y le dice que ella estará encantada de dar por
finiquitado su matrimonio con Jeff, pero Blake no se lo permite y no le da otra
opción: debe hacer que ese matrimonio funcione. Así que más le vale mantener
esa alianza en el dedo…
¡Se te acabaron los jugadores de futbol nena!
Finalmente, dispuesta a
demostrar lo moderna que es y lo bien que le parece que Steven sea gay, Claudia
le pide a Matthew que le inviten a cenar en la casa. Steven acepta la amable
invitación y la cena va muy bien. A Lindsay le encanta tener a un Carrington tan
guapo y sensible en la mesa, pero Matthew tampoco se siente celoso dejando a su
mujer sola con Steven (¡error Matt, craso error!).
No, Steven y Claudia no están haciendo manitas por
debajo de la mesa... ¡Todavía!
Mientras toman un
último café en la cocina, cuando Lindsay y Matthew ya se han ido a la cama, Claudia
le demuestra a Steven que aunque sabe de su condición no le juzga y le aconseja
que deje el trabajo con Matthew, aunque estaría encantada de que volviese a
cenar con ellos en otra ocasión. Tras recitar un poema, a un nervioso Steven se
le cae la taza y en el suelo, como si de repente Claudia fuese todo un chulazo,
Steven la besa. ¡A ver si nos aclaramos!
¡Ahora si, pero no manitas, filetazo!
CONTINUARÁ…
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