domingo, 25 de enero de 2015

Episodio 10: Cumpleaños infeliz



Ahora que Steven vive en su propio apartamento de Denver es normal que quiera invitar a su hermana y cuñado a una cena, aunque no tenga ni idea de cómo hacer ni un plato de spaghetti. 


Imagino que tener cocinera y doncellas para servirte toda la vida llevan a eso, y como Steven sabe mucho de poesía y música clásica pero nada de cocina tiene que confiar en las manos de Fallon para que salve la situación. Pero cuando mete el dedo en la cacerola y ella se mancha la blusa debe ir a cambiarse… ¿Y qué piensa Fallon cuando ve un negligé de mujer en el armario de su hermano? ¿Qué piensa en cambiarse de sexo? No, aunque por entonces, y sobre todo en la televisión, ser gay era ser afeminado o sentirse mujer (¿Verdad Billy Crystal?). 

¿Tendré que llamarle Stephanie a partir de ahora?

Pues no, porque la chica es lista y muy avanzada a su tiempo, así que se huele que su hermano ha cambiado de gustos y se está acostando con una mujer, así que le anima a decírselo a Blake para que se terminen todos sus problemas de aceptación y le quiera. Pero Steven no quiere eso, no quiere que su padre le quiera porque ha decidido hacer caso de sus consejos de homofobo, sobre todo cuando cierto acosador examante está a la vuelta de la esquina… y Steven no está muy seguro de que no quiera que pase la noche en su apartamento.

¡Blake va fatal de "cash", hasta le cobra 
las apuestas que gana al mayordomo!
 
¡Verás que pronto se le borra esa sonrisita al jefe!


Blake sigue con cara de pocos amigos, las cosas no van nada bien y encima el chofer se permite interrumpir su minuto de meditación al pie de un pino para calentarle un poco más. Al ver que casi no quedan rastros de la paliza que le dieron, Blake no se corta y le dice que el que se ocupó no se ganó el precio de lo que le pagó. Pero Michael solo sonríe, y para que su jefe vea que no es rencoroso le cuenta uno de sus secretitos de gratis… Le cuenta todo lo que sabe sobre el maldito collar de esmeraldas. Un marido normal que se entera de que su esposa ha empeñado una joya valiosa para dejarle el dinero al hombre que fue su amante, se enfadaría y se lo cuestionaría a ella cara a cara, pero Blake Carrington no. Prefiere jugar al gato y al ratón con Krystle, y tras darle un par de ocasiones para que se lo confiese sin decirle que lo sabe, le pide dos cosas: que se ocupe de la fiesta de cumpleaños de su “querido amigo” Cecil y que se ponga el collar de esmeraldas por última vez para esa celebración… porque van a venderlo para pagar las deudas. ¡La cara que se le queda a Krystle lo dice todo!

Aquí empieza a oler a caquita...

Pero Blake y Krystle no son los únicos que tienen problemas matrimoniales. Jeff y Fallon plantan cara a los suyos mientras se preparan para la fiesta de cumpleaños de Cecil… Y eso que Jeff estaba de lo más cariñoso y quería quedarse con Fallon en la cama, pero ella prefiere cantar el cumpleaños feliz que tener sexo con su marido. Jeff se da cuenta de que nunca le ha querido y le exige que le diga porque se casó con él. Fallon echa mano de su ironía, pero no le sirve, y cuando Jeff se pone violento y le tira de la peluca decide escupirle toda la verdad. 

Fallon solo cambia una fiesta por un jugador de rugby
 
Como ya sabemos que los ricos no pueden ir al restaurante de la esquina y siempre tienen que coger el avión privado del mismo modo que los demás llamaríamos a un taxi, durante el vuelo Cecil les presenta a su nueva novia a los presentes. Muy guapa hasta que abre la boca para hacerle una pregunta curiosona a Blake:

 "¿Cuantas millas hace este avión con 10 litros de gasolina?" 

Nadie diría que la cena es una celebración, porque Blake, Krystle, Fallon, Cecil, Andrew y su mujer tienen unas caras que son un poema. Los únicos que se lo pasan bien son Jeff y la novia de Cecil, que acaban borrachos y bailando. Jeff se había aguantado las ganas de guerra hasta el brindis de Blake, momento que aprovecha para para decirles de todo menos bonito a los invitados. Solo se libra Krystle, de la que se apiada por haberse metido en semejante jauría de hienas. Krystle, que no ha podido dejar de pensar en el collar toda la noche, sale del restaurante. Allí Fallon le dice que lo sabe todo, pero por una vez no va a decir nada…

 ¿No había otro sitio mejor para tomar el aire
que el cuarto de las basuras?
Durmiendo la mona...

Y es que Fallon quiere ayudar a Krystle, porque como dice, en el fondo es una romántica y cree en el amor puro y verdadero… pero no el de Krystle y Blake, en el de Krystle y Matthew, así que al día siguiente recoge con la limusina a Matthew y tras explicarle el problemón que tiene por culpa del collar, le sugiere que la arranque de los brazos de su padre y se la lleve lo más lejos posible de Denver.

"Fallon, eres menos convincente que
una serpiente ofreciendome tabaco" 
 
Matthew se cita con Krystle en un bar de carretera, pero los planes de Fallon no salen como ella quería y solo quiere verla para devolverle el dinero que le prestó, devolviéndole la sonrisa a Krystle que por fín podrá recuperar el collar autentico.
 
¡Otra vez no! ¡Que pelma eres Ted!

Como decía al principio, el ex novio acosador de Steven aparece de nuevo por Denver, concretamente en la puerta de la refinería donde trabaja Steven… ¡Y sabe que vive solo en su propio apartamento! ¿Se puede ser más patético? A ver, Ted, que vives en Nueva York a comienzos de los años 80 ¿No te puedes buscar otro novio allí? ¿Tienes que venir a Denver cada dos semanas para arrastrarte a los pies de tu ex para ver si vuelve a tu lado? Lo curioso es que esta vez le funciona. ¿Será la música? ¿Será el juego de adivinanzas? ¿O la lluvia de Denver que es una pura maravilla como la de Sevilla? El caso es que Steven, que no tenía nada clara su nueva heterosexualidad, acepta que Ted pase la noche con él. 

¿Qué será lo que tiene Ted que Steven vuelve a caer en sus brazos?
  
Finalmente, y a pesar de la tormenta que cae, Krystle va a ver al joyero para recuperar de una vez el maldito collar, pero resulta imposible. Porque ya se lo ha vendido a un caballero sudamericano pensando que nunca volvería a por él. 

¡¿Y ahora que Krystle?! ¡Coge el dinero y corre!...

domingo, 11 de enero de 2015

Episodio 9: La paliza al chofer



¡Michael, Michael! Si es que te lo venías buscando desde el primer capítulo, y con un jefe como Blake Carrington estabas jugando con fuego. Si es capaz de violar a su santa esposa por tomar la píldora o de tirarle los perros a su rival en los negocios… ¡que no sería capaz de hacer con uno de sus empleados! Pero vamos por partes…

Representación del entusiasmo de Fallon por 
Jeff tras dos semanas fuera...


Al comienzo del episodio vemos que Jeff ha vuelto a la ciudad desde París y viene con regalos para todos, se le acabó la buena vida a Fallon, que tiene que volver al lecho conyugal y dejar el del chofer. Pero lo que menos le gusta de todo es que vuelva con intenciones de que se muden a Nueva Orleans, donde Jeff podría dirigir su propia oficina. Y no es que Fallon no pueda permitirse independizarse y pagar la hipoteca de una casita, pero se niega a abandonar la mansión donde nació… y donde el servicio le hace todo. Si, sobre todo el chofer, que le hace algo más llevarla en la limusina cuando Jeff no está.
El normalmente impasible Jeff pierde los nervios y le dice a Fallon que lo que le pasa es que quiere a Blake sobre todas las cosas. ¡Si tanto le quiere ¿Por qué no se casa con él?! acaba gritándole. Y aunque realmente sea una niña mimada, a Fallon no le gusta nada que le digan esas cosas, así que coge las de Villadiego, o las de Villadenver y se lleva el coche de Jeff… (Spoiler: Esto se convertirá en una nefasta costumbre de Fallon a la mínima insinuación incestuosa). “¿Se ha marchado?” le pregunta Blake, y Jeff responde: “¡Quería tomar el aire!”
Pero cuando lleva apenas unos metros recorridos, Fallon cambia de opinión y da la vuelta para ir a buscar a Michael… y no precisamente para que la lleve a la ciudad a tomar el aire.

Fallon requiriendo los servicios del chofer a medianoche

Es precisamente por este "servicio extra" que Blake envía a sus matones para que le den una paliza. Y no podían hacerlo de noche y discretamente no, lo hacen interceptando la limusina cuando Michael llevaba a Krystle y Fallon a una cita social. 

Michael con su cara nueva recién estrenada...

Las dos mujeres se quedan horrorizadas, y aunque Michael disimula y dice que ha sido algo personal por unas deudas de juego, Fallon sabe que es su padre quien lo ha ordenado y le planta cara. Blake no lo niega y le recuerda que debe hacer funcionar su matrimonio con Jeff. Krystle, por supuesto, no se entera de nada…

 Si Blake tiene que pegar a todos los hombres que se
 han acostado con Fallon, tendrá mucho trabajo...

Antes de recibir la paliza, Michael había prestado otro de sus servicios a Blake… ¡NO, no de la clase de los que presta a Fallon, que como ya sabéis Blake Carrington no soporta a los “invertidos”! Uno de aquellos de correveydile que le cuesta la módica cantidad de 325 dólares. Michael se había enterado gracias a su amante, la secretaria más cotilla de todo Denver, de que Steven ha estado viendo a una mujer: Claudia Blaisdel. Como se enteró la secretaria es todo un misterio, pero bueno, el caso es que el asunto llega a oídos de Blake y se muestra satisfecho, porque por fin su hijo se acuesta con mujeres y no con acosadores de Nueva York. Así que cuando ve a Steven con las maletas para mudarse a un apartamento en el centro no se enfada tanto, y cuando le dice que va a trabajar en la refinería de la Denver-Carrington hasta se alegra. Le parece tan bien que de repente Steven sea tan heterosexual –en lo personal y en lo laboral- que le pide a Krystle que le compre un regalo.

"Buen chico... Krystle dale un terrón de azucar. ¿Que es
esa cosa que tienes ahí detrás?" 
 ¡Oh no, esa cosa sigue ahí! ¿Será un león de la Alhambra?

Steven quiere demostrarle a Claudia que está tan colgado de ella que va a verla a la librería donde trabaja para decírselo, aunque ella se siente culpable por haber engañado a Matthew, sabiendo que podría acabar de destruir su matrimonio. 

La niña del visillo en acción...

Encima, y como no podía ser de otra forma con la niña del visillo Lindsay, las cosas se complican cuando la repelente adolescente sospecha que su madre y Steven son amantes. Para espiarles, engatusa a Christopher, aquél chico que intentó meterle la lengua hasta el esófago episodios atrás, cuando tenían que ensayar una obra… pero todo acaba con sus lloros histéricos y con el joven preguntándose para que quedaría con esta chalada otra vez.

Christopher aprovechando la ocasión mientras Lindsay
demuestra patéticamente sus habilidades de espía...

Una vez más, Lindsay saca su lado “drama queen” e incapaz de aceptar la verdad coge un autobús que le lleva hasta la casa de Walter. Este avisa a Matthew y Claudia, para que no se preocupen y sin saberlo evita que el matrimonio se tire los platos por la cabeza, en medio de una acalorada trifulca. Cuando por fin llegan a casa de Walter para recogerla, a la niña le da por correr la maratón de Denver y Matthew sale tras ella. Cuando la alcanza le asegura que todo va a salir bien y que conseguirá que deje de llorar por todo vuelvan a ser una familia unida. Claudia intenta ponerle una chaqueta encima, pero Lindsay se la quita, le devuelve una mirada de odio y se va por su propio pie en plan digna. 

Lindsay a punto de echar un vomitajo verde sobre Claudia 

Matthew se queda con una cara peor que la de su hija y… no, ya no pone CONTINUARÁ, a partir de ahora es evidente que la serie sigue, pero ya no nos lo recordarán al final de cada episodio. La imagen se congela con los nombres de los productores ejecutivos (y creadores): ESTHER Y RICHARD SHAPIRO.  


El CONTINUARÁ me gustaba más, le daba un toque de serial clásico…